miércoles, 19 de julio de 2017

TRADICIONES

“La tradición es una modalidad de inserción entre la estampa costumbrista y el cuento que toma próspero impulso con las nuevas aperturas del movimiento modernista en la década del XIX.” (Nuñez, 1979)

(Aristos. Diccionario ilustrado de la lengua española, 1982) Expresa que “tradición es comunicación o transmisión de doctrinas, ritos, costumbres, noticias trasmitidas de padres a hijos al correr los tiempos. Noticia de un pueblo antiguo trasmitido de este modo, doctrina, costumbre, etc., conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos.”
La palabra “tradición” es polisémica en la medida en que su sentido se ha venido construyendo y renovando, incluso desde ámbitos diversos; lleva la impronta de lo coloquial, de la teología cristiana y, recientemente, ha emergido como una categoría de las ciencias sociales, y en su largo periplo ha venido mostrando evaluaciones contradictorias.

Por un lado, la tradición ha sido considerada como una expresión de la permanencia en el tiempo de una comunidad; en este sentido es una de las formas que asume la memoria colectiva y una generadora de identidad. Pero desde otro punto de vista ese anclaje no es otra cosa que un síntoma evidente de la dificultad de adaptación expedita a los crecientes cambios que exige la vida moderna o el progreso, cuando no, se ha dicho con frecuencia, una mera conjunción de ignorancias y simplezas que en muchos casos reflejan una mente obtusa.
Esto sucede porque la tradición ha sido comprendida en términos de un autoritarismo irracionalista que sin mayores miramientos traduce la idea de que la experiencia de las nuevas generaciones no debe contradecir el saber acumulado y decantado por las generaciones anteriores.

En síntesis, el concepto de tradición se ha utilizado para definir una cierta clase de fenómenos sociales o procesos culturales observables, dejando de lado cuestiones directamente relacionadas con el fenómeno de la tradición vista como proceso, tales como su origen, el proceso de transmisión y sus actores, su duración. Así, hay un interés por estudiar la historia de las tradiciones, que rebase la estricta atención centrada en la función normativa que desempeñan las tradiciones en la sociedad.

El uso cotidiano de la palabra apunta, por un lado, hacia todo aquello que se hereda de los antepasados así como, de una u otra forma, a los actos que se repiten en el tiempo o que provienen de otra generación. Se habla, entonces, de tradiciones religiosas, festivas, comunicativas, normativas, técnicas, estéticas, culinarias, recreativas, etc.

A diferencia de la tradición viva que se basa en el proceso de transmisión, la tradición acumulada no se refiere a procesos, sino a contenidos; muchas veces se llama la tradición de un pueblo a sus artesanías, a sus construcciones, a su comida, a sus relatos; es decir, a la cuantificación de objetos o creencias que conserva y que configuran su acervo memorístico y algunas veces se refiere a tradiciones muertas, que sobreviven sólo como muestra de lo que fueron anteriormente.

En la tradición no hay sólo la remisión a un pasado colectivo, cuyo mantenimiento es importante, no se trata simplemente de repetirlo. En el curso de su desarrollo, la tradición es una combinación de los elementos esenciales, que se conservan intactos junto a aspectos nuevos que se suman a ella. Porque una tradición actual no puede conservarse, generalmente, idéntica a la de sus predecesores, enfrenta distintas situaciones de cambio e innovación.

Los cambios que sufre en la transmisión son variados y responden a diversas causas; sus poseedores son los principales responsables de las modificaciones, pero también deben ser considerados otros aspectos como la memoria selectiva del grupo, las circunstancias y decisiones en el contexto cultural, e incluso, a veces, es la realidad quien impone los cambios a la tradición. (Madrazo Miranda, 2005)

La transmisión cultural de un conocimiento, práctica, costumbre, mito, etc. jamás se reduce a una simple reconducción mecánica individualizada; más bien es un acto de carácter colectivo, como lo atestiguan en todas las culturas los rituales que la acompañan, trátese de algo de la naturaleza o lo sobrenatural, del mundo de los hombres, a nivel biológico o social, del pasado, del futuro o de las necesidades del presente. El estudio de la transmisión revela entonces que las diversas modalidades a la que está sometida en todas las sociedades no obedecen solamente a una lógica de eficacia práctica, sino a una “intención cultural” (Bonte & Izard, 1991)



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